Si no fuera por los esquiladores uruguayos, los ganaderos tendrían que volver a coger las tijeras, como antiguamente, o las ovejas españolas se convertirían en un vellón de lana. Como aquella merina australiana que anduvo cuatro años perdida y fue hallada escondida en una madeja natural.

El esquileo es un oficio tan antiguo como el pastoreo. Pero en España casi se ha perdido. Lo mantienen algunos como los leoneses Alfonso Suárez e Ignacio Fidalgo. Ambos eran ganaderos, hijos y nietos de pastores. Un día, a principios del siglo XXI, decidieron dejar los rebaños y pensaron en labrarse un futuro con algo que supieran hacer.

Toda la vida habían esquilado las ovejas a mano, al igual que lo hicieron sus antepasados. En 2003, fundaron la empresa Esquiladores Montaña de León. Empezaron poco a poco y ahora, en temporada alta, son unos 60 hombres esquilando desde León hasta Segovia y desde Valladolid a Zamora.

Medio centenar —más del 80% de la cuadrilla— son uruguayos. Vienen entre marzo y abril y hacen la campaña hasta julio. El resto del año son entre seis y diez esquiladores. «Contratamos uruguayos desde hace trece años. Son muy buenos en su trabajo y buena gente», afirma Alfonso Suárez.

Los esquiladores uruguayos utilizan el método ‘tally hai’, importado de Nueva Zelanda, y cuya diferencia principal con la esquila tradicional es que no atan las patas a las ovejas. La maña y la fuerza se dan la mano en este oficio que ahora se desempeña con máquinas eléctricas.

Cada uno a su ritmo, pero todos a la vez forman una curiosa coreografía. Cinco esquiladores, tres uruguayos y dos hermanos de Sabero, forman la cuadrilla que hace unas semanas peló el rebaño de ovejas asaff de Pedro Paniagua Calzadilla, pastor, hijo de pastor y padre de pastor, en Castrotierra de Valmadrigal.

«Yo esquilé hasta que me operaron de una hernia. Llevo 15 años con Esquiladores Montaña de León. Son unos fieras. De esquilar ellos a esquilar nosotros se nota la diferencia», señala el ganadero.

Jorge Pereira, de Salto, lleva ya once años en el oficio y cuatro viniendo a España. «En Uruguay hay una escuela. En una semana te enseñan», explica este joven de 29 años. Al igual que sus compañeros, es de pocas palabras. «Sólo quieren trabajar, no quieren perder un día», apunta Alfonso Suárez.

Este año, Jorge llegó a España el 14 de marzo, el mismo día que fue declarado el estado de alarma por el Covid-19. Es uno de los siete esquiladores de su país que vinieron a la empresa leonesa en el inicio de la campaña. Otros cuarenta y tres tenían que incorporarse en abril, pero el cierre de fronteras los dejó varados en Uruguay. Después de un mes llamando a las puertas del Ministerio de Agricultura, Interior y el consulado de España en Montevideo, incluso una cooperativa se lo pidió en una videoconferencia, la decena de empresas de esquileo que operan en España se unieron consiguieron el permiso para fletar un avión y traer en el mismo a 251 esquiladores del otro lado del Atlántico.

 

Fuente de la noticia e imagen: Diario de León

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